Durante estos meses cálidos de primavera y verano hemos recorrido diferentes rincones del Cabriel a través de censos nocturnos y diurnos que nos han aportado valiosa información sobre las aves que los habitan. Desde las comunidades de pequeños paseriformes (todas aquellas aves del tamaño de un gorrión, aproximadamente) que revolotean por riberas y campos de labor hasta las de las grandes rapaces que surcan los cielos majestuosamente.
Así, hemos podido comprobar cómo el tramo medio del río, a su paso por Cilanco, cuenta con una población de más de un centenar de buitres, entre los que ocasionalmente se cuela algún alimoche (ave muy escasa en la provincia de Albacete) o algún joven de águila imperial (cada vez más recuperada y en expansión). Las huertas de Carreras hierven de vida en primavera con los verdecillos cantando en las copas de los árboles y las tímidas currucas cabecinegras escabulléndose entre los zarzales. En las riberas, desde las partes altas del río en el Puntal Moreno hasta Perichán, suenan las aflautadas oropéndolas, que visten de sonido y color los meandros del río.
Las noches, momento de aparente quietud y descanso, son el momento perfecto para reconocer otras especies de hábitos crepusculares. Suenan en Tetuán los mecánicos reclamos del autillo, desgracia para quien sea insomne y que bien podrían parecer el sonido de alguna extraña máquina trabajando; cantan los chotacabras casi como las ranas, agazapados en los caminos al acecho de sus aladas presas. Y, con un poco de suerte, se escucha el mágico ulular del cárabo al alba, retirándose a sus aposentos cuando empieza a clarear el día.
El anillamiento nos ha permitido dar con especies más difíciles de detectar, como algunas de las aves que solo se ven en los pasos migratorios. Currucas zarceras o mosquiteras, o la más esquiva buscarla pintoja, han hecho parada y fonda en espinos y zarzas junto al río, convertido en una especie de autopista durante la migración. También nos ha permitido ver cómo los martines pescadores se alejan del río y utilizan acequias y huertas para campear, cayendo en redes alejadas del curso fluvial y permitiéndonos disfrutar con semejante espectáculo de color en nuestras manos.
Poco a poco nos van indicando que el verano se acaba y cada vez son menos los vencejos que chillan al atardecer, cuando el solano refresca más que semanas atrás y parece que va haciendo falta algo más de abrigo. Disfrutemos de estos momentos que, como cada año, tanto echaremos en falta durante el invierno.
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