"Montes sucios"
 
Intentaré explicar lo que siento cada vez que escucho esta expresión en alusión al sotobosque y árboles viejos o enfermos; es una mezcla de dolor impotencia. 
 
Dolor por las miles de especies de arbustos, arbolillos, matas, que son eliminadas de los espacios naturales, incluso de los protegidos. 
Impotencia por saber que es una expresión fruto de un pensamiento firmemente arraigado en la sociedad, incluso en los gestores de nuestros montes, todo lo que haya bajo las copas de los árboles debe ser arrasado. 
 
Este pensamiento nace de una profundísima ignorancia acerca del funcionamiento de un bosque sano, el sotobosque y los árboles viejos o enfermos cumplen un vital papel en su salud.
 
Un bosque no es tal sin sotobosque, es la capa vegetal más tupida y espesa, tapiza y abraza el suelo reteniéndolo, evitando la acción erosiva del viento y la lluvia. Produce mantillo y lo sujeta en su maraña impenetrable, y este, a su vez, actúa como una esponja que mantiene la humedad y refresca el suelo. Crea sombras profundas, lo cual incrementa la acción refrescante del mantillo. 
 
Un bosque sin su sotobosque es algo así como un desierto de árboles, sí, esa es la sensación que produce. La enorme cantidad y variedad de frutos y semillas que produce alimenta a la fauna: pájaros, mamíferos, insectos,... que no lo habitarían sin su presencia. Se convierte en un paisaje fantasmagórico y silencioso, muerto.
 
Similar es el papel que cumplen en el ecosistema los árboles viejos y enfermos, así como sus restos. La madera muerta alimenta insectos y larvas, que son a su vez el sustento de aves, reptiles, anfibios y mamíferos. En las oquedades de los ancianos y enfermos del bosque, encuentran  refugio, hogar o lugar de cría gran variedad de animales, siendo una masa solo de árboles sanos y jóvenes un lugar inhóspito, áspero a la vida. Se van desvaneciendo lentamente, convirtiéndose en suelo fértil por la acción combinada de  hongos, insectos, ácaros,... mejorando el medio para el que venga el tras ellos. 
 
Incomprensiblemente, estos vitales y necesarios componentes del ecosistema, son despreciados y eliminados, muchas veces por las propias administraciones y los gestores de los espacios naturales, tendentes a una pueril simplificación del medio natural. 
 
Maleza, broza, o ahora "biomasa", extraíble por maquinaria pesada, que avanza asolando la diversidad y transformándola en pellet, sustituto de los combustibles fósiles, en un nuevo giro del extractivismo brutal y despiadado. Una vez eliminado solo queda mantener el desierto de árboles con las cabras u ovejas "bomberas" que arrasan con cualquier intento de rebrote, erosionan y compactan el suelo. Más extractivismo. Cierto es que si no existe combustible no habrá incendios, pero, a que coste; terrible paradoja la de mantener el bosque muerto para que no muera. La humedad que provée el sotobosque hace al bosque más resistente a la propagación de incendios, un bosque adehesado, en verano, es un polvorín, el sol y el aire resecan el pasto, el suelo, y a su vez, a los árboles. 
 
Impotencia y dolor es lo que siento cada vez que paseo por un desierto de árboles, cada vez que oigo a un/a ingenier@ o un/a agente medioambiental despreciar ignorantemente el papel que cumplen, y justificar, en aras de la salud del monte o de su protección frente al fuego, su eliminación. 
 
Qué triste y extraña sensación de vacío produce un desierto de árboles, cómo sobrecoge su silencio y su monotonía. 
 
Decrecimiento o barbarie.