¿Ha aumentado, en tu pueblo, el tráfico de camiones pesados? ¿Hay una peste insoportable? ¿Se han incrementado los casos de problemas respiratorios?... ¡Enhorabuena, tu pueblo ha sido premiado con una planta de biogás!
Bonete, Chinchilla y Balsa de Ves son pueblos agraciados, gracias al Grupo Sanchiz, con una planta de Biogás para la transformación de biomasa en metano y su utilización como combustible para la obtención de energía eléctrica. Pero, este supuesto afán verde de la destructora industria cárnica intensiva esconde, como no puede ser de otra manera, una gran cantidad de problemas.
En principio, estas plantas se instalan para tratar los purines de las macrogranjas porcinas, lo cual ya es preocupante, pues funciona a modo de coartada perfecta para que estas instalaciones, con sus salvajes daños ambientales y sociales, crezcan de manera imparable. Así, las plantas de biogás, se nos venden como la solución perfecta a los residuos que generan las macrogranjas y permite a sus promotores difundir la idea, totalmente falsa, de que si sumamos una macrogranja y una planta de biogás no habrá problemas de ningún tipo. Vamos en palabras claras, la pescadilla que se muerde la cola, una excusa perfecta para hacer crecer sus industrias y nuestros problemas.
Además, como ya sabemos del caso de Balsa de Ves, a las plantas de biogás llegan residuos orgánicos de otras empresas, los cuales no son controlados y, en muchos casos, contienen metales pesados y otros materiales muy nocivos para la salud y el medio ambiente. No solo los purines, sino toda una procesión de camiones, de vaya usted a saber donde, depositan sus residuos orgánicos, de composición desconocida, en la planta, lo cual genera un impacto ambiental incontrolable.
La emisión de ácido sulfídrico de estas instalaciones, gas inholoro, puede provocar irritaciones en la vías respiratorias, enfermedades pulmonares, daños cerebrales... Sin olvidar los malos olores que rebajan nuestra calidad de vida.
La transformación de los residuos orgánicos en metano consume una gran cantidad de agua. Una extracción más que se suma a nuestros agotados acuiferos.
Tras el proceso de transformación de la materia orgánica en metano, se genera un residuo llamado digestato. Se trata de un líquido maloliente, de muy poco valor y con compuestos químicos dañinos para la salud y el medio ambiente. La composición química del mismo es incierta, pues, como ya hemos comentado, dependerá de los residuos que lleguen a la planta de biogás. ¿Cómo se va a gestionar este residuo?
En conclusión, las plantas de biogás, supuesta solución a los residuos de las macrogranjas, son un ataque más, y no pequeño, a nuestros ecosistemas y nuestra salud.