Creo que sería una pena que las huertas en las riberas de los ríos acabaran por desaparecer totalmente. En otro tiempo, cada familia solía cultivar en su huerta proporcionando, como poco, sustento alimenticio a la misma. Ahora ya no es así. Hablando de la zona que conozco de manera directa, ribera del río Júcar en su paso por Valdeganga, puedo decir que la mayoría de las huertas se encuentran en estado de abandono. Hay un elemento importante que determina que las huertas que aún se cultivan, se puedan sostener: la acequia principal (y su estado útil).
En mi caso voy a hablar sobre la acequia que recorre el margen derecho. El agua que abastece la misma no es del río, sino que se trata de un aporte de una fuente, la del Batán, situada muy cerca de una aldea del mismo nombre, cuyas casas, en ruinas, aún se pueden contemplar. Es una fuente muy buena; su caudal es constante y años atrás proporcionaba el agua del que se abastecía también el pueblo. Son unos siete kilometros de acequia que finalizan cerca de la aldea de Puente Torres. La primera mitad está canalizada de obra en su totalidad. La segunda mitad tiene tramos canalizados en ocasiones, pero hay muchas huertas cuya acequia principal es de tierra.
La mayor dificultad que nos encontramos para su limpieza y conservación, es que la vegetación (cañas, zarza, arbustos, etc), en las huertas abandonadas, ocupa también la acequia, sobre todo en las de tierra. Al ser pocas las personas que se comprometen con el mantenimiento, ya que no tiene una repercusión en su actividad vital, acababa siendo dificil seguir conservando la acequia general, las huertas y el paisaje en su conjunto conforme ha sido desde largo tiempo.
Se me ocurre, en este momento, resaltar valores históricos y nombrar que a lo largo del recorrido de la acequia, en su segunda mitad, hay un enclave con unas ruinas de una ermita (“La ermita del Santo”); hay también otros puntos con mampostería labrada y un paso subterráneo desde uno de los partidores (salidas desde la acequia hasta el río). Se trataría finalmente de intentar conservarla como valor que contribuye a mantener un tipo de paisaje concreto y que desgraciadamente se pierde.
Como punto positivo, decir que la comunidad de regantes pudo formalizarse (después de mucha tarea y tediosos trámites), haciendo posible que, al menos para las huertas que no están perdidas, exista una contribución para unos minimos gastos de mantenimiento de acequia.
El Ministerio para la Transición Ecológica, hace poco tiempo, lanzó unas “call of interest ” para poder financiar proyectos en zonas de despoblación; ojalá que tuviese cabida la recuperación y el mantenimiento de nuestra acequia.
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