La cantidad de excrementos, producida por el enorme número de cerdos de una macrogranja, supera la capacidad de los terrenos cercanos para absorberlos. Estos excrementos son los llamados purines y deben ser tratados para hacer un buen aprovechamiento, sin embargo, en la práctica se rocían, esparcen o inyectan en los terrenos directamente sin tratar, contaminando tanto el suelo como los acuíferos y ríos o el aire.
Nuestra zona cuenta con un suelo vulnerable en nitratos, por lo que hay que tener un especial cuidado con las cantidades de purines, de forma que no contaminen. También hay que tener en cuenta que el dióxido de carbono, el metano y el amoniaco de la orina y las heces contribuyen al efecto invernadero.
Estas fábricas ganaderas necesitan una gran cantidad agua, tanto para el ganado como para las operaciones de limpieza, lo que disminuye la cantidad de agua en nuestro acuífero, ya de por sí en peligro. Por no hablar del mal olor, que no es otro que el resultado de los gases tóxicos que ya hemos mencionado. Supone además una amenaza al conjunto de actividades económicas y sociales de las poblaciones. También conviene resaltar que atraen plagas de moscas, mosquitos y roedores, que a su vez pueden contagiar a las especies depredadoras de su alrededor.
Para terminar, no podemos olvidar que para acelerar la ganancia de peso en los animales y prevenir enfermedades, muchas granjas de cría intensiva suministran antibióticos a los animales. Éstos desarrollarán cepas resistentes que pueden pasarnos a nosotros, a través de su carne u otros productos. Además, una cantidad masiva de animales juntos favorece la propagación de enfermedades que pueden infectar a su vez a los seres humanos ¿Os suena el Covid-19?