Presenta gran variedad de diseños y coloraciones, normalmente con una tonalidad de fondo amarillenta, blanco crema o verdosa, con manchas más oscuras. Línea vertebral patente de color claro. Cubierto de verrugas manchadas de rojo y negro. De tamaño mediano-grande (hasta 10cm) y aspecto rechoncho, la cabeza es ancha, con el hocico corto y glándulas parótidas muy patentes. Los ojos son muy prominentes, con el iris de un magnifico color verde amarillento y la pupila horizontal. Tímpano nada o poco visible. Sus patas son robustas pero cortas, de tamaño similar las anteriores y posteriores y no le permiten saltar. Dedos cortos y puntiagudos, con numerosos tubérculos palmares.
Las hembras son algo más grades que los machos, y éstos desarrollan en la época de celo un saco vocal violáceo y callosidades negras en los dedos de las patas anteriores, que les sirven para abrazar a la hembra a la altura de las axilas.
La hembra deposita superficialmente largos cordones gelatinosos que contienen dos filas de pequeños huevos negros, llegando a poner hasta 10.000 de una vez.
Los renacuajos son pequeños, permanecen agrupados en zonas de escasa profundidad, de color negro, aunque vistos de cerca tienen un fino moteado plateado. Tardan en completar su ciclo acuático unas seis semanas, midiendo al abandonar el charco las diminutas réplicas de un adulto, alrededor de un centímetro.
El sapo corredor es un anfibio que ocupa hábitats muy diversos, aunque tiene preferencia por los espacios abiertos, cultivos y matorrales. Activo durante las horas crepusculares y nocturnas, se refugia durante el día bajo piedras o en agujeros que el mismo horada en terrenos sueltos. Alimentación variada, escarabajos, hormigas, lombrices, saltamontes...
Muy frecuente en la comarca, este sapo utiliza para reproducirse, normalmente de febrero a mayo, pequeños cuerpos de agua temporales, normalmente charcas que se llenan tras las lluvias, pero también cunetas, roderas, balsas y hasta piscinas abandonadas. Ponen los huevos en zonas muy someras, cerca de las orillas. En días todavía fríos del final del invierno, es posible verlos caminando en busca de puntos de reproducción, para lo que pueden recorrer grandes distancias, eligiendo normalmente los lugares en los que ellos mismos nacieron.
Su época de actividad es dilatada, estando inactivo únicamente en las noches más rigurosas del invierno.
Es un sapo de gran tamaño, el mayor de los autóctonos, que en ocasiones alcanza los veinte centímetros de longitud. Posee una cabeza más larga que ancha con el hocico chato y rotundo, un cuerpo robusto y verrucoso (sus verrugas puntiagudas lo denominan), de coloración variable, encontrándose individuos casi negros, térreos, y otros muy pálidos. Sus fascinantes ojos de pupila horizontal tienen el iris de color rojo o cobrizo. Tímpano poco o nada patente. Las cuatro patas son muy robustas, con cuatro dedos en las anteriores y cinco unidos por membranas interdigitales incompletas en las posteriores, y con gran número de tubérculos.
Existe gran diferencia de tamaño entre machos, que no suelen pasar de nueve centímetros, y hembras, siendo habitualmente éstas mucho mayores, pero presentando los machos patas proporcionalmente más largas y robustas.
Su amplexo es axilar, en las zonas de cría son mucho más numerosos los machos, peleando los solitarios con los emparejados y llegando a quitarles el puesto. Algunas hembras llegan a las zonas de puesta ya emparejadas.
La hembra deposita en el agua, en zonas someras de masas de agua estables como charcas permanentes, arroyos y ríos de curso lento, largos cordones gelatinosos que contienen hasta 8.000 huevos pequeños y negros.
Los renacuajos son pequeños, negros brillantes, aunque vistos de cerca tienen un fino moteado plateado o dorado. Al igual que los del sapo corredor permanecen en grupo en las aguas someras. Abandonan el agua midiendo algo más de un centímetro, permaneciendo en las húmedas cercanías hasta que las lluvias les permiten dispersarse.
Prefiere zonas de bosque o matorral, pero también se puede encontrar en cultivos e incluso en parques y jardines, siempre que haya suficiente alimento y refugio. Este activo durante la noche, solo lo podremos ver de día durante la reproducción. Dieta muy variada a base de invertebrados. Requiere la presencia de masas de agua más estables que el sapo corredor para reproducirse. Son muy fieles a sus zonas de desove, migrando algunos largas distancias para llegar a ellas.
El conocido popularmente como “zampoño”, que fue antaño muy frecuente, especialmente en los ambientes forestales y cercanías de poblaciones de la comarca, actualmente es mucho más escaso, encontrando cada vez menos lugares apropiados para reproducirse. Se puede encontrar en los valles del Júcar y el Cabriel, en las sierras y muelas y también en regadíos y núcleos urbanos.
Su actividad es sobre todo crepuscular y nocturna, pero con tiempo húmedo es también posible observarlo durante el día. La época de celo se inicia en nuestra comarca al final del invierno.
Es un magnifico sapo, grande y robusto, de piel lisa. Tiene la cabeza poco diferenciada del cuerpo, y ojos prominentes de pupila vertical con el iris dorado-nerviados en negro. Tímpano no patente. La piel de la parte alta de su cabeza se encuentra adherida al cráneo y notablemente endurecida. Se pueden encontrar ejemplares casi blancos, moteados, hasta casi completamente pardos o verdosos, con un diseño de manchas oscuras sobre fondo claro. Deben su nombre común a la presencia de un tubérculo corneo endurecido en las patas traseras, de color oscuro, que les permite excavar para esconderse en tierras arenosas.
Las hembras son algo más grades que los machos, y habitualmente presentan una coloración más contrastada. Los machos presentan unas glándulas en los brazos y no tienen sacos bucales. El abrazo es inguinal.
La puesta es un largo y grueso cordón que contiene centenares de huevos de forma más o menos desordenada.
Los renacuajos del sapo de espuelas es el mayor de entre los anuros ibéricos, llegando hasta los 120 mm y presentando un característico pico córneo. Abandonan el agua antes de reabsorber la cola.
Vive en terrenos abiertos y generalmente llanos, prefiriendo los de sustrato arenoso o suelto. Su dilatado periodo larvario, de unos cuatro meses le hace dependiente de masas de agua permanente o de cierta entidad. Su dieta se compone como en la mayoría de los anfibios de una gran variedad de invertebrados. Para la brumación se entierran en zonas de suelo suelto.
No es un anuro abundante en nuestros parajes. En temporadas de lluvia con temperatura templada, ya sea en otoño o en primavera, los machos salen de las galerías en las que permanecen a resguardo para acercarse a las charcas y cantar sumergidos para atraer a las hembras.
Es un anfibio discreto que, pese a su tamaño, no es fácil de localizar.
Sapo pequeño y estilizado, de patas posteriores largas, adaptadas al salto, con cinco dedos sin membrana, mientras que las anteriores presentan solo cuatro dedos alargados y con pequeñas almohadillas en la punta. Presenta tubérculos en palmas y plantas. La cabeza es aplastada con el hocico redondeado. Los ojos son prominentes, dorados y con pupila vertical. Tímpano perceptible solo en algunos individuos. La coloración es variable, con un tono de fondo desde el crema hasta el verdoso oscuro, con diseño jaspeado y verruguitas verdes más oscuras dispuestas regularmente. Es perceptible un pliegue glandular dorsolateral que comienza tras el ojo.
Las hembras son algo más grades que los machos, y éstos desarrollan en la época de celo un saco vocal violáceo y callosidades negras en el pecho, los antebrazos y los dedos de las patas anteriores.
La hembra deposita cordones de huevos que enrolla alrededor del tallo de una planta sumergida. Llega a poner hasta 1200 huevos en tandas de alrededor de 80 huevos.
Los renacuajos llegan a los seis centímetros, negruzcos en el dorso y grisáceos en el vientre, con el extremo de la cola agudo y redondeado.
Es un anfibio adaptable, que prefiere zonas de mosaico con cultivos y matorral, especialmente en zonas calizas y yesíferas, que busca para refugiarse grietas, simas y fisuras de la roca. Como en la mayoría de sapos su actividad es crepuscular y nocturna. Es capaz de trepar con cierta facilidad. Captura toda clase de pequeños invertebrados.
El sapillo pintojo es relativamente fácil de localizar en las épocas de celo, cuando acuden en masa a los puntos de agua para reproducirse. Eligen una gran diversidad de cuerpos de agua: charcas temporales, cunetas encharcadas, acequias, remansos de arroyos, etc.
Cuando las condiciones climatológicas son muy adversas entran en un letargo llamado brumación.
Es un sapo mediano con aspecto de rana rechoncha, con el hocico apuntado. Ojos prominentes con la pupila en forma de gota invertida con el iris dorado o bronce. Tímpano perceptible solo en algunos ejemplares. Sus patas anteriores presentan cuatro dedos cortos. Los de las posteriores son, en cambio, largos y esbeltos con membranas muy cortas. Con tubérculos palmares y plantares. Esta especie presenta tonalidades y diseños muy variables, teniendo algunos ejemplares manchas subcirculares, otros rayas y, ocasionalmente, algunos son lisos. Los colores son grisáceos, ocres, amarillentos y verde oliva. Banda oscura desde el hocico al tímpano.
La hembra se aparea sucesivamente con varios machos y deposita tandas de entre 20 a 50 huevos, llegando a poner hasta 1.500 en un solo día. Los huevos quedan separados en el agua, no agregados entre sí. Los machos presentan abundantes verruguillas negras en toda su cara ventral.
Los renacuajos son inicialmente negros, y se van aclarando con el crecimiento hasta adquirir una coloración ocre o parda, con un reticulado oscuro en la cola. Completan la metamorfosis entre un mes y un mes y medio, midiendo cerca de un centímetro.
Más exigentes en cuanto a la calidad del hábitat que otros sapos, los pintojos viven en zonas herbáceas cercanas a arroyos y puntos de aguas limpias. También pueden encontrarse en sotos de bosques de ribera, pero siempre en las cercanías del agua. Activo durante el crepúsculo y la noche la mayor parte del año.
Sapos ágiles, puede verse saltar a los pintojos en los barrancos de aguas permanentes de los valles del Júcar y el Cabriel, especialmente entre febrero y abril, su principal periodo reproductor. Escaso dada su exigencia con respecto al hábitat.
Muy voraces, desde la caída de la tarde cazan activamente invertebrados y hasta inmaduros de su propia especie.
Sapo pequeño y rechoncho, con cabeza proporcionalmente grande, tan larga como ancha y levemente aplastada. Ojos muy prominentes, con la pupila vertical, y un iris dorado con venación oscura, más densa en la mitad inferior. De color crema, ocre, parduzco o marrón, presenta verruguillas en su dorso de tonalidad verdosa, rojiza o negra, y características manchitas doradas. Glándula parótida desde el ojo al tímpano. Pliegue gular patente. Sus patas son relativamente cortas, con cuatro dedos en las anteriores y cinco en las posteriores, sin membranas interdigitales. Con tubérculos en manos y pies.
Las hembras son algo más grades que los machos, pero en la práctica resulta difícil diferenciarlos, salvo en la época de cría, cuando acarrean los huevos. El amplexo es inguinal y se da en tierra, con un elaborado proceso tras el cual el macho se lleva los huevos enrollados en sus patas posteriores, juntando a veces los de varias hembras. Se encargará de ellos remojándolos regularmente hasta el momento de la eclosión, que se da durante uno de sus baños nocturnos.
Los renacuajos son grandes, pardos, con manchas doradas. El vientre es más claro y presenta una franja plateada longitudinal. A veces pasan el invierno en el agua alcanzando grandes tamaños. Al completar la metamorfosis miden alrededor de dos centímetros.
El sapo partero común es muy adaptable en cuanto al hábitat, aunque requiere masas de agua permanentes para completar su dilatado periodo larvario. Emite un perceptible canto muy similar al del autillo. Activo depredador nocturno de toda clase de pequeños invertebrados.
Muy frecuente en la comarca, este sapo utiliza para reproducirse grandes charcas, balsas, pilas de fuentes, estanques y hasta piscinas. Activo en el crepúsculo y a pleno día en épocas lluviosas, resulta difícil de ver por su reducido tamaño y su aspecto mimético, pero es fácil escucharlos.
Desde finales del invierno, hasta finales del verano los machos cantan desde su refugio, seleccionando las hembras los cantos más graves, que coinciden con los machos de mayor tamaño.
Anuro grande y esbelto, con piel lisa o con algunas verrugas pequeñas. Su cabeza, triangular, es más o menos igual de larga que de ancha, con ojos prominentes muy próximos entre sí, y con los tímpanos muy evidentes justo detrás de cada uno de ellos. Pupilas horizontales de color dorado. Las ranas no poseen glándulas parótidas, pero presentan dos pliegues glandulares donde se encuentran el dorso con los costados. Las patas posteriores son muy largas, con membranas extensas entre sus cinco dedos. Las extremidades anteriores son mucho más cortas y robustas y tienen cuatro dedos libres. Con tubérculos en manos y pies. Las ranas suelen ser verdes manchadas, siendo a su vez comunes los ejemplares de color pardo. Presentan muy a menudo una línea vertebral de color claro, contrastada con el color de base.
Las hembras son más grades que los machos, y éstos tienen sacos vocales grises en las comisuras de la boca, además de poseer patas delanteras más robustas que las de las hembras. En la época de celo son perceptibles excrecencias negras en la base del dedo situado al interior de cada mano.
La hembra pone entre 800 y 10.000 huevos envueltos en una cápsula gelatinosa que se agrupan en glomérulos flotantes. Los machos entonan un ruidoso coro durante la primavera y principio del verano audible a larga distancia.
Los renacuajos son grandes, de coloración dorsal pardo-verdosa o gris-verdosa y hasta rojiza, con manchas oscuras y zona ventral de color blanco. Alcanzan los seis centímetros. Al completar la metamorfosis miden alrededor de dos centímetros y medio.
De hábitos tanto diurnos como nocturnos, es sin duda el anfibio con el que es más fácil toparse. Suele tomar el sol en los márgenes de los ríos y humedales, oculta entre la vegetación desde donde salta al agua para protegerse.
Su croar es llamativo y estridente y se escucha entre marzo y junio, cuando los machos intentan atraer a las hembras para realizar el amplexo, que es axilar. Los renacuajos pueden verse hasta mediado el verano, aunque algunos pueden permanecer todo el invierno en fase larvaria para metamorfosear en la siguiente primavera.
Muy frecuente en la comarca, este sapo utiliza para reproducirse grandes charcas, balsas, pilas de fuentes, estanques y hasta piscinas. Activo en el crepúsculo y a pleno día en épocas lluviosas, resulta difícil de ver por su reducido tamaño y su aspecto mimético, pero es fácil escucharlos.
Desde finales del invierno, hasta finales del verano los machos cantan desde su refugio, seleccionando las hembras los cantos más graves, que coinciden con los machos de mayor tamaño.
El único urodelo presente en nuestra comarca es el más grande de la Península, alcanzando hasta 300 mm de longitud. Tiene una cabeza ancha y aplanada, ojos pequeños y cuerpo aplanado y macizo, con multitud de pequeños granos con la punta negra. Las patas anteriores y posteriores son similares, con cuatro dedos las primeras y cinco las segundas. El color es parduzco, verdoso, o grisáceo para camuflarse en los fondos legamosos, pero presenta una línea de prominencias anaranjadas o amarillentas, que coinciden con las terminaciones de las costillas. El vientre es claro con manchas oscuras, y presenta una cola larga y musculosa deprimida lateralmente. El tamaño de la cola es mayor que la del cuerpo y cabeza.
Los machos tienen la cola más larga que las hembras y, en la época nupcial desarrollan callosidades en las extremidades anteriores, que son más robustas y largas que las de las hembras, y presentan la cloaca abultada.
Los huevos, rodeados por una gruesa capa gelatinosa, aparecen solos o en pequeños grupos adheridos a la vegetación o las rocas. Las hembras maduras llegan a poner hasta 800 huevos. El cortejo y la fecundación siguen un proceso complejo, que concluye con la recepción del espermatóforo por la hembra.
Las larvas del gallipato desarrollan enseguida las cuatro patas, con dedos muy largos y presentan branquias externas grandes y plumosas. Tras la metamorfosis miden sobre siete centímetros.
El gallipato vive sobre todo en charcas y balsas grandes, naturales o semi-artificiales, tolerando que se sequen durante el verano, permaneciendo enterrado en el barro durante estos periodos. Para defenderse de los depredadores adopta una postura defensiva, en la que hace asomar el extremo de las costillas a través de las prominencias anaranjadas, impregnándose de secreciones irritantes.
Este anfibio pasa sumergido las horas diurnas, emergiendo a la superficie ocasionalmente para respirar. A la caída de la tarde, se acerca a las orillas en busca de alimento, que localiza sobre todo a través del olfato y por las vibraciones que transmiten en el agua los invertebrados que constituyen sus presas.
Antiguamente era muy frecuente en albercas, balsas de riego e incluso en aljibes y pozos. Actualmente es bastante escaso.